viernes, 10 de octubre de 2008

Alucinación décima sexta.

Hay más o menos cosas escondidas entre los cajones, que se confunden con la madera para no ser descubiertas, que desaparecen y aparecen entre parpadeo. Claro que las hay, pero nosotros no sabemos el secreto.
Cuando metemos la mano, un universo paralelo se descubre en aquella oscuridad, apenas desvelada por la lámpara que mantenemos sobre la mesita de noche —que también es mesita de día—, y la mano viaja por dimensiones desconocidas. En algún lugar, la mano se vuelve una figura de omnipotencia colosal, casi una Diosa; con un leve movimiento roza los pequeños anillos de cereal de la vía láctea; aparecen en su palma pequeños homúnculos que cuida y que después de un tiempo fecundan otra tierra —la tierra de sus uñas—; luego, y de pronto, Enrique VIII parece descuartizarla, de dedo en dedo; ayuda a construir la esfinge de Giza, es la solución al misterio; pinta a la Gioconda —la sonrisa, aclaremos—; acaricia un gato, da un abrazo, detiene un libro, se vuelve otra vez mi mano. Entonces el momento esperado.
La mano sale del cajón, lentamente, trae algo. No, no trae nada.
—Se me olvidó lo que estaba buscando.

4 comentarios:

Raúl Marín dijo...

Y la mano se vuelve dos manos, y mientras siguen buscando, te desobedecen. Ya no sabes is estas buscando o son ellas las que lo hacen...

Dulce Limón dijo...

huuuy asi me pasa a mi, se me traba el cassette por ratos x.X y ya no me acuerdo que era lo que iba a hacer :(
lo describis a la perfección.

Unknown dijo...

yo entro al cuarto y me quedo... a que venia? :S

Anónimo dijo...

Es cierto, la mesita de noche y de día es un mundo paralelo, un poco como pueden ser los recuerdos, o ese mundo extraño que duerme en nuestras mentes y en la memoria...
Y de repente definitivamente uno busca y busca en esos mundos, algo especifico y al final no encuentra nada mas que la sensación de la busqueda