Alucinación primera.

-¿Viste?, están lloviendo lirios- dijo ella, sin poder apartar la vista de la ventana, abstraída por la belleza de tan inusual escena.

-Sí, yo mismo le encargue esa clase de lluvia al señor que crea el estado del tiempo en el noticiero antes de venir a verte- respondió él, divagando sobre las consecuencias que tendría dicho comentario de poder volverse realidad, pero aun así sin apartar la mirada de aquel par de ojos claros.

-No sabía que ese señor tenía poderes… - agregó, mientras volvía su mirada hacia él y sonreía levemente.

-Pues si los tiene, ¿te acordás del día que nos conocimos y de cómo empezó a hacer un viento tremendo que hizo que soltaras tu sombrilla y se detuviera enfrente de mis pies?- preguntó.

-¿entonces eso también fue obra de él?- dijo ella con cierto tono de humor y asombro.

-No, eso no. Supongo que ese fue Dios oyendo mis suplicas de cómo quería que te fijaras en mi y haciéndome el favor- concluyó, tomándola de la mano, mientras observaban a los lirios caer en su máximo apogeo, desde todos los ángulos posibles, jugando entre la línea de la ventana y del exterior, de lo real y lo imaginario.